Carlos Apestegui viajó de su Perú natal a Estados Unidos hace varios años y se estableció en Queens, donde se ganaba la vida como jornalero, haciendo trabajos temporales para cualquiera que lo contratara.
Su tenacidad y su determinación por mejorar su vida impresionaron tanto al padre Brian Dowd, párroco de Reina de los Ángeles, en Sunnyside, que lo contrató para que se desempeñara como gerente de mantenimiento. Pero Carlos nunca olvidó lo que era ser jornalero y hoy disfruta retribuirlos.
“Sé por lo que están pasando”, dijo Carlos a Nuestra Voz. Ahora él es parte de un grupo de voluntarios que lleva desayuno a jornaleros en varios vecindarios de Queens.
Una vez al mes, feligreses de buen corazón de la parroquia Reina de los Ángeles llenan dos minivans con cientos de sándwiches, bagels, sopas, café y té y conducen por varios barrios de Queens para hacer las entregas de alimentos a los jornaleros inmigrantes que se congregan en las calles del vecindario esperando ser contratado para trabajos diarios. “Ya llevamos nueve años haciéndolo”, dijo el padre Dowd a Nuestra Voz.
Los jornaleros viven una existencia precaria: parados en las esquinas y en los estacionamientos durante horas y horas con la esperanza de que alguien los contrate ese día para que ganar algo de dinero y alimentar a sus familias. No saben de un día para otro si van a tener trabajo. Muchos de ellos son inmigrantes indocumentados.
Los feligreses quieren hacer lo que puedan para ayudar. “Se aseguran de salir temprano por la mañana antes de que se contrate a los trabajadores para el día”, dijo el padre Dowd, quien a veces acompaña a los miembros de su comunidad en sus rondas y dirige al grupo en oración en cada parada.
“Nos quedamos en la calle hasta terminar de repartir toda nuestra comida”, dijo Carlos Apestegui. Los voluntarios siempre reciben a cambio una cálida acogida. “Se ponen tan felices de vernos”, dijo Carlos.
Aura Merila, quien lidera el programa y organiza el esfuerzo de distribución, calcula que los voluntarios reparten 200 desayunos en un día típico de entrega. Ellos salen el tercer sábado del mes.
Según Aura, las oraciones son tan importantes como la comida y señala que los feligreses están tratando de transmitir un mensaje de esperanza a los jornaleros. “Les decimos que los amamos y que siempre oramos por ellos. Tienes que rezar para estar más cerca de Dios”, dijo.
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Además de la comida y las oraciones, los feligreses reparten gorros y guantes para que los jornaleros puedan mantenerse abrigados durante el invierno.
La mayoría de los jornaleros que los feligreses encuentran en las calles de Sunnyside, Astoria y Flushing son inmigrantes de México y Centroamérica. Los voluntarios son parte de un programa de Reina de los Ángeles, llamado “Grupo Jornaleros”. El nombre no es fortuito, ya que los feligreses a los que se les ocurrió la idea de la entrega de alimentos también eran jornaleros.
Hace nueve años, Carlos y un pequeño grupo de feligreses se acercaron al padre Dowd con la idea de crear un programa de distribución de alimentos y él lo aprobó de inmediato. La primera entrega se hizo el mismo día de Acción de Gracias.
“Los feligreses siempre han estado dispuestos a ayudar a los demás”, dijo el sacerdote. Esa generosidad pronto se extendió a los feligreses que no eran parte del “Grupo Jornaleros”. La parroquia hace una colecta especial en las misas una vez al mes y el dinero se destina al programa. “Los feligreses han sido muy generosos en esa colecta”, dijo el párroco.
Desde el principio, el padre Dowd quiso asegurarse de que la operación se llevara a cabo correctamente. El grupo trabaja con un presupuesto y le presenta un informe mensual. Aura preside una reunión de planificación el segundo domingo del mes, donde los miembros acuerdan qué alimentos comprar.
Ni siquiera la pandemia los ha detenido, aunque sí los ha obligado a modificar sus procedimientos.
Los voluntarios solían cocinar ellos mismos los desayunos en la cocina de la parroquia. Pero en estos tiempos, han optado por pasar por una dulcería local y comprar sándwiches, bagels y otros alimentos que ya estén listos y empaquetados para la entrega.
Los voluntarios ya no entregan la comida a los jornaleros en sus manos. Ahora mantienen el distanciamiento social colocando una mesita en cada punto de entrega y ponen allí la comida para que ellos mismos la recojan.
Son muy cuidadosos con el menú. “También les damos jugo de naranja y un plátano”, añadió Aura. “Queremos ofrecerles algo nutritivo”. Los jornaleros se benefician con este programa… pero los voluntarios también. Ellos reciben la satisfacción de saber que están ayudando a personas necesitadas. “Estamos felices de hacer algo por nuestros hermanos y hermanas”, dijo Carlos.