“…nos sentimos seguros incluso en las tribulaciones, sabiendo que la prueba ejercita la paciencia”. Romanos, 5:3
Los valores intangibles de una empresa son aquellos bienes que carecen de forma física pero que son parte esencial de la naturaleza inmaterial del negocio. Ejemplos son: la reputación de una marca, el legado de años de servicio, las patentes y los derechos de autor, entre otros.
En el aspecto personal, somos poseedores de numerosos valores intangibles que heredamos de manera innata o que, a través de la vida, logramos cultivar con esfuerzo, sudor y lágrimas.
Uno de gran utilidad en estos tiempos de pandemia es la paciencia: esa virtud que mostramos con facilidad cuando el viento sopla a nuestro favor, pero que tanto nos cuesta alcanzar cuando nos toca esperar en fila para entrar al supermercado o cuando nos vemos obligados a quedarnos en casa durante interminables semanas en las que reina la incertidumbre en la salud y la inseguridad económica.
Hay quienes piensan que la paciencia es una espera pasiva, permanecer estancado en la espera y la tolerancia sin ningún empuje de lucha proactiva.
Hoy quiero mostrarles el otro lado de la moneda virtual de la paciencia: una actitud que conlleva dinamismo y acción interna, que le da forma a la perseverancia ante las pruebas de la vida y nos ofrece un alojamiento seguro en los momentos de espera por un día mejor o el cumplimiento de una meta.
Cuando analizamos las pruebas que nos pone la vida, nos damos cuenta de que cada una de ellas ha dejado una lección indeleble del valor de perseverar con paciencia y fe en los designios de Dios. Los caminos de la fe son misteriosos y angostos, ya que para llegar a la cima hay que sudar, sobrepasar obstáculos y escalar sobre terrenos pedregosos.
Pero en esta existencia tan acelerada, ¿cómo frenamos el empuje de la impulsividad, el coraje de un momento fugaz o las carreras que asedian nuestras vidas?
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Es muy claro que la paciencia no se desarrolla en un abrir y cerrar de ojos, pero sí se cultiva con esfuerzo diario, bondad y la confianza en el poder de Dios.
Si tomamos como ejemplo a Jesús, nos damos cuenta de que nuestro modelo a seguir pide de nosotros la misma paciencia que él reflejó ante los que lo humillaron, torturaron y finalmente lo llevaron a la cruz. En medio de las tribulaciones, su camino estuvo adornado de perseverancia por cumplir el propósito final del Padre, y la paciencia para dar cada paso con firmeza en medio de los momentos de más turbulencia y confusión.
En nuestra vida diaria, mostremos gratitud en cada paso con la certeza de que cada problema que enfrentemos, por grave que sea, representa una oportunidad de santificar nuestro carácter y moldear nuestro crecimiento como hijos de Dios.
Ahora que se abren lentamente las puertas a un nuevo mundo plagado de riesgos sanitarios, e inseguridad económica y social, practiquemos la paciencia demostrando que es parte esencial de nuestra vida.
La frustración, el estrés y el enojo serán ciertamente tus mejores maestros en el camino que juntos trazaremos en este nuevo mundo pandémico que nos ha tocado vivir. Aprovecha las lecciones y recuerda que, así como moldeamos el hierro, la madera y el cemento, también forjamos nuestro carácter, con propósito y paciencia.
Como nos recuerda san Pablo en su Epístola a los Romanos (Romanos 5:4): “que la paciencia nos hace madurar y que la madurez aviva la esperanza”.