Eran tres mil personas de 36 parroquias diferentes que desbordaban las bancas, los pasillos y el atrio de la Concatedral de San José en Brooklyn. En el pecho llevaban a la Virgen de Guadalupe: era ella quien los había convocado.
A las 11 de la mañana, la Lic. María Concepción Castillo dio una charla sobre el significado de la fiesta de la Guadalupe en el Año de la Misericordia. Los miembros del grupo cultural Cetiliztli Nauhcampa, vestidos a la usanza de los aztecas, bailaron y cantaron en honor a la Virgen.
Los cantos en náhuatl y las danzas mexicas recordabana los presentes que la Guadalupe seapareció en 1531, sólo diez años después de la conquista de México, y que monseñor Juan de Zumarraga, el obispo español de México
en esa época, necesitaba de un traductor para comunicarse con san Juan Diego.
La misa estuvo presidida por , obispo de Brooklyn, y concelebrada por monseñor Octavio Cisneros y monseñor James Massa, obispos auxiliares, monseñor Kieran Harrington, vicario de Comunicaciones, el padre Jorge Ortiz Garay, director del Ministerio Mexicano, así como otros sacerdotes.
El Ministerio Mexicano, que dirige el padre Ortiz, organizó la celebración. Lo forman unos 30 laicos de distintas parroquias a los que llaman “los sanjuandiegos”. Según Elimelec Soriano, su coordinador, hace tres años monseñor DiMarzio y monseñor Cisneros les pidieron que hubiese una celebración diocesana de la Guadalupe.
“Los sanjuandiegos trabajan mucho para hacer posible esta celebración”, dice Soriano. “Cada año vienen más personas, y cada vez se suman más hermanos de otros países latinoamericanos. Eso es un motivo de alegría para el padre Jorge, para mí y para todos los sanjuandiegos”.
El grupo Mariachi Nuevo Sol cantó las tradicionales Mañanitas a la Virgen al inicio de la ceremonia. Monseñor DiMarzio se dirigió a los fieles en español y sin un texto preparado. Les hizo un llamado a estar unidos en sus comunidades todo el año como ese día.
Después, en su homilía, monseñor Cisneros, tras repasar la historia guadalupana, hizo una reflexión sobre lo que significa hoy el mensaje de la Virgen y por qué la llamamos “Estrella de la Evangelización”.
También les dijo a los presentes que esta misa ante la Virgen era el destino de una larga peregrinación que habían iniciado en cada uno de sus pueblos y ciudades, cuando decidieron partir al norte.
Tras la misa, monseñor DiMarzio y monseñor Cisneros encendieron las antorchas que diferentes grupos de peregrinos llevarían a sus parroquias.
La comunidad mexicana celebró en muchas parroquias a la Virgen. Su devoción y fervor nos muestran que no se trata de una mera tradición cultural, sino de una fe profunda y siempre renovada. Es un testimonio que alienta la fe de sus hermanos y el ánimo de sus pastores.
