“Alabad a la Madre Tierra”, imploraba un propagandista. Lo anunciaba como el último grito de la mística moderna. Hoy día, ya no es una novedad invocar al sol o a la luna. Por doquier, se ven anuncios como: “Salvad al planeta”. Parece que está de moda proteger y defender la naturaleza. Científicos y políticos hablan del calentamiento de la tierra. Se hacen campañas para reducir los plásticos y el carbón.
Algunos pueden preguntarse si todas estas campañas son una moda, implantada en los últimos años. ¿Tiene la biblia algo que ver con estos temas modernos? ¿Es un libro viejo, que no está al día? Para algunos, puede que sí. No obstante, siempre es recomendable leer sus páginas porque en ellas podemos encontrar muchas sorpresas.
Ciertamente el Texto Sagrado es admirador y defensor de nuestro planeta. Ya el versículo número uno en la primera página nos anuncia claramente:
“En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra”. Gen 1,1. Y en capítulo dos dice: “Dios el Señor puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Gen 2,15.
Los salmos no se cansan de proclamar a Dios en la creación y repiten gozosos:
“Los cielos cantan la gloria del Señor,… su mensaje llega a toda la tierra”. 19,2.
No conozco persona más enamorada de la naturaleza que el viejo Ben Sira, el autor del libro sagrado Eclesiástico, que entre otros comentarios pregona:
“¡Qué bella y pura es la bóveda del cielo! ¡Qué espectáculo tan grandioso el firmamento! Eco 43,1.
Tres jóvenes entendieron bien este mensaje. Así lo expresaron en un bello cántico, que podría ser el himno de los nuevos movimientos. El rey de Babilonia les mandó a un horno de fuego por no obedecer su ley. Entre llamas cantaban:
“Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecir al Señor;
astros del cielo bendecir al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor;
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendito sea el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos”. Dan 3,56-88.
San Pablo escribió que se puede conoce al Dios invisible gracias a la creación visible del universo.
¿Le ayudan a usted las obras de la naturaleza en su fe?