Columna del Obispo

Fomentando una educación religiosa dinámica y estricta

QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:

En la fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 2020, nuestro Santo Padre, el papa Francisco, convocó a los fieles a participar en “El Año de San José”. Durante “El Año de San José”, recordamos al humilde carpintero que fue una pieza clave en nuestra salvación. Estamos llamados a ser inspirados por sus desafíos y su forma de trabajar, sin reconocimiento pero impulsado por su fe en Dios.

Como describe el papa Francisco en su Carta Apostólica “Patris Corde” (Con corazón de padre), “Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad”.

El año pasado estuvo marcado por pruebas importantes, muchas para las que jamás nos podríamos habernos preparado, ni siquiera imaginado. En tiempos difíciles, es instintivo permanecer firmes e intentar mantener nuestra situación, en lugar de seguir adelante y hacer cambios.

Las palabras del papa Francisco, sin embargo, nos desafían a buscar la guía de José y de nuestro Padre Celestial: “Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret, que sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia”.

Las palabras del papa Francisco han inspirado a la Diócesis de Brooklyn a participar en un “Año de renovación para la educación católica”.

Esta renovación intenta fortalecer nuestra comunidad de fe a través de nuestra inversión más importante: nuestros hijos. Todos los propósitos del “Año de renovación para la educación católica” nacen del aspecto principal de la educación católica: ayudar a los niños a conocer y amar a Jesús. Los niños son el presente y el futuro del catolicismo.

Cada niño que conoce a Jesús en nuestras academias católicas, escuelas parroquiales o programas de educación religiosa tiene más probabilidades de llegar a la adultez siendo un hombre de fe y de guiar a sus propios hijos en ese camino. Al fortalecer estas entidades, estamos asegurando un futuro sólido para el catolicismo y la predicación constante de la Palabra de Dios.

El “Año de renovación para la educación católica” pretende fortalecer áreas específicas de la educación católica, concentrado principalmente en el desarrollo de una educación religiosa dinámica y estricta en las academias católicas y escuelas parroquiales, así como en los programas de educación religiosa.

La renovación también se ocupará de la matrícula, la excelencia académica, la viabilidad financiera y la administración. Cada uno de estos asuntos incluirá medidas de acción tomadas dentro de las parroquias, academias católicas y escuelas parroquiales, al igual que de nuestros programas de educación religiosa.

En nuestros esfuerzos por evangelizar a todos los niños, no debemos olvidar la misión original de la educación católica. La educación católica comenzó como un medio para ayudar a los pobres, los marginados y las poblaciones inmigrantes. Esta misión ha continuado a lo largo del desarrollo de la educación católica.

Como tal, nuestra misión es ofrecer educación católica a todos los niños, especialmente a aquellos que a menudo pasan desapercibidos por nuestra sociedad. Como nos comparte el Santo Padre: “La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones”.

Por lo tanto, nuestro propósito con el “Año de renovación” es buscar oportunidades adicionales para dar la bienvenida a las poblaciones desatendidas en nuestras academias católicas y escuelas parroquiales. El Papa nos inspira a través de su liderazgo y en su creencia de que “cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener”.

Tenemos la suerte de ser una comunidad de fieles. Cada uno de ustedes posee recursos, ya sea apoyo monetario, la capacidad de ser voluntario o de rezar por nuestra renovación. Cualquiera de estos recursos es importante en nuestro camino para renovar la educación católica. Lo más importante en este proyecto es el apoyo de todos los miembros de nuestra Diócesis.

El Sumo Pontífice nos ayuda a comprender que “nadie se salva solo. […] Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos”. No podemos llegar solos al final de este viaje. Salimos juntos a remar mar adentro.

A medida que avanza el año y comienzan a implementarse las medidas de acción inspiradas por el “Año de renovación para la educación católica”, rezo para que recorran este camino con nosotros, como hermanos y hermanas, unidos en un objetivo común de evangelización.

Juntos, podemos construir un futuro sólido para nuestra Iglesia y para nuestra comunidad de fe.

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