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Lección del caso McCarrick: hay que vigilar la mala conducta con los adultos

NUEVA YORK, (Por Charles Collins/ Crux)—. Cuando la Arquidiócesis de Nueva York anunció que era “creíble y justificada” la acusación de abuso sexual de un menor presentada contra el Cardenal Theodore McCarrick, ex arzobispo de Washington, que había servido como sacerdote en Nueva York, era la primera vez que un cardenal estadounidense era acusado personalmente de un delito relacionado con un menor, en el contexto de una crisis que ha involucrado a la Iglesia durante casi dos décadas.

Sin embargo, el anuncio al que menos atención se ha prestado vino del otro lado de la frontera estatal, cuando la Arquidiócesis de Newark, que McCarrick dirigió entre 1986 y 2000, reveló que el cardenal había sido acusado con anterioridad de “tener relaciones sexuales con adultos” y que “dos de estos las denuncias dieron lugar a acuerdos”.

No fue tan sorprendente porque tales rumores han perseguido a McCarrick durante años. Ross Douthat, columnista del New York Times, dijo el 23 de junio que sus amigos periodistas le dijeron que “McCarrick o el ‘tío Ted’ como le gustaba que le llamaran sus víctimas-amantes al dirigirse a él, tenía un historial tan largo de perseguir a seminaristas y sacerdotes que un grupo de católicos fue a Roma para intentar evitar (en vano) que lo nombraran arzobispo de Washington”.

Douthat también confirmó que la historia había sido investigada, pero que nadie quiso ofrecer testimonio. Además, debido a que la mayoría de las presuntas víctimas tenían más de 18 años, no violó la Carta de los obispos sobre protección infantil.

En un artículo de portada del 16 de julio, The New York Times entrevistó a dos curas que recibieron compensaciones tras acusar al prelado de abusar de ellos cuando eran seminaristas y McCarrick servia como obispo de Metuchen y luego arzobispo de Newark, en Nueva Jersey. (CNS/Bob Roller)

Pero, ¿es este realmente el final de la historia? ¿Una manzana podrida es finalmente atrapada, tal vez llamando un poco de atención al estilo #MeToo sobre el abuso de poder por parte de una de las figuras más influyentes en la Iglesia? ¿O es apenas una muestra de un problema poco discutido pero sistemático en la Iglesia?

McCarrick no es el primer cardenal en sufrir tales acusaciones. El cardenal Keith O’Brien admitió haber tenido relaciones inapropiadas con seminaristas adultos, renunciando a su cargo de arzobispo de Saint Andrews y Edimburgo en 2013.

Estos casos, aunque no tan impactantes como el abuso de menores, demuestran que la batalla de la Iglesia contra la mala conducta sexual, incluso si no siempre se ajusta a una definición estricta de “abuso”, todavía está en sus primeras etapas.

Además de que solicitar favores sexuales de los subordinados se considera poco ético en cualquier entorno, las razones van más allá de la sordidez de los casos: Las “víctimas-amantes” a menudo reciben favores a cambio, que los catapultan a posiciones de poder en las que pueden repetir el circulo vicioso. Lo que es verdad en el campo corporativo es doblemente cierto en el mundo eclesiástico.

El cardenal Theodore E. McCarrick (al centro), y el cardenal australiano George Pell (derecha), están entros los meas altos jerarcas de la Iglesia acusados por abuso sexual de menores. (CNS/Paul Haring)

Una situación análoga se presenta en Chile, donde los acólitos del notorio pedófilo padre Fernando Karadima, quien, aunque no era obispo tenía mas influencia que muchos de ellos en la Iglesia chilena, en ocasiones fueron promovidos al episcopado bajo su guía.

Los rumores de una “mafia de lavanda” son clichés de las teorías de conspiración en la Iglesia, pero como Douthat advierte en su columna del 23 de junio, “si quieres descubrir la verdad sobre la corrupción en la Iglesia Católica, tienes que escuchar z los más extremistas, tradicionalistas y radicales, porque ellos son los únicos suficientemente alienados de la institución como para destapar su podredumbre”.

(Y no son solo invenciones de chiflados y extremistas: en el libro entrevista de 2016, Benedicto XVI: Conversaciones Finales, el Papa emérito confesó haber desmantelado un “lobby gay” en el Vaticano, aunque dijo que no era muy grande. El Papa Francisco también, según informes, dijo que existía uno poco después de su elección en 2013, durante una reunión privada con los líderes de la Confederación Latinoamericana de Órdenes Religiosas, pero ni el Vaticano ni la Confederación lo han confirmado).

Baste decir que los “tíos” tienen sobrinos (nepotes), y el nepotismo tiene una larga historia en la Iglesia.

Esto se agrava si se hace caso omiso de las enseñanzas de la Iglesia sobre la moralidad sexual, creando una subcultura oculta dentro de la Iglesia donde las reglas no se aplican. La documentación del acuerdo firmado con una de las presuntas víctimas de McCarrick revela la imagen de una cultura de permisibilidad sexual y conductas impropias que resulta difícil de creer, pero quien tenga curiosidad puede consultar en Internet los detalles gráficos publicados en 2010 por el ex sacerdote y experto en abuso clerical Richard Sipe.

Lo que nos lleva a otro tema en el caso McCarrick: la intersección entre la mala conducta en serie con los seminaristas y el posible abuso de menores. La mayoría de los rumores sobre el cardenal se referían a mayores de edad, pero lo que provocó su caída fue una acusación creíble de abuso sexual contra un menor.

Esta es una laguna en la ley: si un clérigo tiene relaciones sexuales con alguien de 17 años, recibe una suspensión; pero si es alguien que ya cumplió 18, será simplemente otra futura “compensación no revelada”. Esto lleva a una situación en la que algunos depredadores, siempre que no involucre una actividad criminal clara, todavía tienen espacio para operar dentro de la Iglesia.

Lo que reafirma una cultura de encubrimiento, siempre que se proporcione un carnet de identidad con prueba de mayoría de edad. Pero como sabe cualquiera que haya trabajado en un bar, los clientes habituales siempre intentarán colar a alguien menor de edad con la complicidad del portero.

Si la jerarquía de la Iglesia sigue haciendo la vista gorda ante la mala conducta sexual que involucra a adultos, nunca podrá poner fin al abuso sexual de menores.

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Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Crux.