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¿Morir con dignidad?

Nueve estados de los Estados Unidos tienen leyes que permiten el suicidio asistido por un médico y los partidarios pro-vida están decididos a asegurarse de que Nueva York no se convierta en el décimo.

“Este es un tema provida. Hay problemas relacionados con la gestación y problemas concernientes a la geriatría”, dijo Kathleen Gallagher, directora de Actividades Pro-Vida de la Conferencia Católica del Estado de Nueva York. La Conferencia Católica es una de las varias organizaciones que luchan contra la aprobación de la Ley de Ayuda Médica al Morir, un proyecto de ley presentado en la Asamblea Estatal el 1 de febrero que permitiría a los médicos administrar medicamentos letales para ayudar a un paciente terminal a suicidarse.

La Conferencia Católica del Estado de Nueva York es socia de la Alianza de Nueva York contra el Suicidio Asistido, una coalición de grupos que insta a los residentes a expresar sus objeciones a la Ley de Ayuda Médica para Morir escribiendo y llamando a sus legisladores.

Actualmente, Nueva York tiene una ley que prohíbe el suicidio asistido. La ley establecería una exención para los médicos, aunque continuaría siendo ilegal que otra persona ayude a alguien a suicidarse.

Hasta el momento, los estados que permiten el suicidio asistido son California, Colorado, Hawai, Maine, Nueva Jersey, Nuevo México, Oregón,Vermont y Washington; además, de Washington D.C.

Los defensores del suicidio asistido han rebautizado sus esfuerzos, etiquetando la práctica como “muerte con dignidad”, un término que Gallagher encuentra ofensivo. “Implica que morir de muerte natural es indigno”, dijo.

El suicidio asistido es contrario a las enseñanzas de la Iglesia Católica y muchas otras tradiciones religiosas. Y es ilegal en casi todos los países del mundo. Según el padre Charles Caccavale, sacerdote de la Diócesis de Brooklyn y profesor de teología moral en el Seminario y Colegio St. Joseph, las razones contra el suicidio asistido son las mismas que invalidan el suicidio.

“En general, la vida que tenemos es un don, obviamente no nos creamos a nosotros mismos. Creemos que nacimos gracias a la intervención amorosa de Dios. En última instancia, es Dios quien tiene dominio sobre nuestra vida”, explica. “Por lo que suicidarse es cuestionar el dominio de Dios sobre nuestra vida. Es fundamental que veamos nuestra vida humana como un regalo de Dios“.

La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) se ha pronunciado en contra del suicidio asistido varias veces. En una declaración de 2011 titulada “Vivir cada día con dignidad”, la USCCB planteó fuertes objeciones a la práctica.

“Las personas que piden la muerte son vulnerables. Necesitan cuidados y protección. Ofrecerles drogas letales es una victoria, pero no de la libertad personal, sino de la peor forma de abandono. Un abandono especialmente inadmisible cuando la sociedad es cada vez más consciente del abuso de personas mayores y otras formas de maltrato y explotación de personas vulnerables”, se lee en el comunicado.

Mons. Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn, también ha criticado la práctica. “La vida es un regalo de Dios y ninguno de nosotros tiene derecho a quitarnos la vida o negar la continuidad de la vida a otros, incluso si se considera un acto de misericordia”, escribió en 2018 en su columna semanal en The Tablet.

Según el sitio web Pro-Con.org, el 63,1 por ciento de los que se suicidaron con ayuda médica entre 1998 y 2017 en los EE.UU. sufría de cáncer. El 94,2 por ciento, eran blancos; El 50,7 por ciento eran hombres; y la mayoría tenían entre 69 y 89 años. Muchas personas recurren al suicidio asistido para aliviar el dolor físico que sufren, pero el padre Caccavale dijo que se pueden tomar medidas para aliviar el dolor.

“Considerar el suicidio como una forma de aliviar el sufrimiento, más que aliviar o eliminar el sufrimiento, lo que se hace es eliminar a la persona”, dice el padre Caccavale. “Nadie tiene que sufrir una muerte dolorosa. Contamos con los medicamentos para aliviarlo en un grado ciertamente más tolerable”.

Cuando la muerte de un paciente es inminente, su familia a menudo se enfrenta a una decisión que es literalmente de vida o muerte. El padre Caccavale dice que cada situación es diferente. “Hay circunstancia en las que la medicina ya no está ayudando en absoluto. Básicamente estamos interrumpiendo el curso natural”, explica el padre Caccavale. “En ese punto, debemos aceptar los límites de la condición humana, y dejar que la naturaleza siga su curso. La persona muere, pero muere a causa de la enfermedad. Con el suicidio asistido, nosotros somos los causantes de sus muertes”.

Gallagher alega que el suicidio asistido puede abrir la puerta a horribles posibilidades, como a que las personas con enfermedades terminales se sientan presionadas a considerarlo. “Cuando alguien tiene un pronóstico de vida de seis meses o menos, se vuelve cada vez menos capaz de cuidarse a sí mismo: necesita ayuda para todo.

Este llamado derecho a la muerte con dignidad estaría disponible para ellos mientras el resto de la sociedad recibe ayuda para la prevención del suicidio; como si sus vidas fueran menos dignas de ser vividas porque son discapacitados”, dijo.

Dónde los católicos pueden encontrar atención paliativa

Las enseñanzas de la Iglesia Católica, como muchas otras religiones, prohíben el suicidio asistido. La iglesia, en cambio, fomenta opciones naturales y humanas de cuidar a los pacientes en etapas finales de la vida, incluidos los cuidados paliativos y terminales. Los cuidados paliativos están diseñados para aliviar los síntomas de la enfermedad avanzada en un paciente que tiene un pronóstico de más de seis meses de vida.

Se proporciona junto con otros tratamientos, cuando el paciente y su familia no están preparados para renunciar a la terapia para prolongar la vida. El cuidado terminal es un tipo de atención para pacientes con un pronóstico de seis meses o menos.

Los tratamientos se centran en el alivio de los síntomas y no tienen como objetivo prolongar la vida del paciente. El objetivo es brindar comodidad.

“Los cuidados paliativos y terminales, la atención al moribundo, mantenerlo lo más cómodo posible, aliviar su dolor con medicamentos, todo esto que es parte de la compasión cristiana”, dijo el padre Charles Caccavale. Tanto los cuidados paliativos como las atenciones al paciente terminal se ofrecen en un entorno hospitalario o en el hogar.

La Diócesis de Brooklyn tiene varios capellanes capacitados en cuidados paliativos que trabajan directamente en las instituciones, según explica el diácono Julio Barreneche, secretario de personal del clero.

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