QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:
Recientemente, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, al enmendar el Catecismo de la Iglesia Católica, declaró que la pena de muerte es inaceptable en todos los casos. Par esto se basó en la enseñanza de San Juan Pablo II que en su encíclica de 1995, “Evangelium Vitae”, declaró que en cuanto al castigo… “la medida y la calidad de la pena deben ser valoradas y decididas atentamente, sin que se deba llegar a la medida extrema de la eliminación del reo salvo en casos de absoluta necesidad, es decir, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo”.
Sin embargo, como resultado de mejoras constantes en la organización del sistema penitenciario, estos casos son hoy en día, cuando no muy raros, prácticamente inexistentes”.
Algunos han interpretado esto para decir que significa que Juan Pablo II dejó la puerta abierta a los católicos para apoyar la pena de muerte. Sin embargo, esto probablemente es una lectura errónea de la insistencia continua de Juan Pablo II y su constante llamado a los países a abolir la pena de muerte. La Encíclica de San Juan Pablo sobre el Evangelio de la vida es quizás el mejor lugar para yuxtaponer el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural al tratar la pena de muerte como parte del respeto por la vida en la tradición católica. El Papa Francisco continuó desarrollando las enseñanzas de San Juan Pablo II al declararla inadmisible en todos los casos.
Esto es lo que llamamos en la Iglesia Católica el “desarrollo de la doctrina”. El magisterio de la Iglesia Católica, o su doctrina, no es algo congelado en la historia. Más bien, la enseñanza cambia, sino en sus elementos doctrinales, en la interpretación extensiva que hacemos de ellos. Por ejemplo, en lo que respecta a la libertad religiosa, el Concilio Vaticano II pasó de la mera tolerancia a la aceptación de la libertad religiosa universal.
Cambios en la sociedad
En el pasado, la sociedad ofrecía pocas oportunidades de encarcelar a los presos de por vida o rehabilitarlos para que pudieran ser liberados en algún momento. Hoy en día esto no solo es posible sino que es la forma preferencial de buscar la justicia restaurativa en la sociedad y no solo aplicar una mera sanción por los crímenes. El uso continuo de la pena de muerte en la sociedad debilita la determinación de muchos de encontrar soluciones justas a los problemas de la sociedad que muchas veces pueden llevar a algunos a cometer crímenes atroces como el asesinato de otra persona. Si bien no hay excusa para el asesinato, las circunstancias de los que lo cometen deben entenderse para que la sociedad pueda orientarse correctamente.
La reciente declaración del Papa Francisco ha tenido reacciones mixtas. Recientemente, en nuestros periódicos locales, se publicaron dos titulares. Uno decía: “El Papa comete un error”, mientras el otro aconsejaba: “Hagamos caso a lo que dice el Papa sobre la Pena de Muerte”. ¿A cuál de los dos debemos creer?
El primer artículo hablaba acerca de que el Santo Padre cometió un error fatal. Según su autor “la pena de muerte es inadmisible aunque el Papa no declaró que era intrínsecamente malvada”. Este sin duda es un punto de vista válido. El asesinato de otro ser humano está permitido, por ejemplo, en defensa propia. Pero de todos modos, las circunstancias para quitarle la vida a otro ser humano son bastante limitadas.
El Papa Francisco no está tratando de anunciar una nueva ley moral. Más bien, intenta convencer a la sociedad de que la pena de muerte no es necesaria, ni es una solución ni disuade a los delincuentes que le han quitado la vida a otro ser humano.
Uno de los artículos menciona algunos ejemplos donde los delincuentes lo han pensado dos veces antes de asesinar a alguien por temor a la pena de muerte. Pero lo cierto es que las investigaciones más extensas sobre este tema ha demostrado que su uso como elemento de disuasión es bastante limitado.
Aunque el segundo titular nos decía que prestáramos atención al Papa, señalaba que lamentablemente su declaración ha sido politizada. Algunos tratan de satisfacer la creencia popular de que la venganza “del ojo por ojo, diente por diente” es mejor que encarcelar a un culpable de asesinato de por vida si no puede ser rehabilitado.
Debe entenderse que la enseñanza de la Iglesia sobre la vida y el derecho a la vida desde la concepción natural hasta la muerte natural es el principio fundamental sobre el cual se construye nuestro sistema moral. No podemos hacer excepciones en las que la vida humana está en juego. El enfoque más coherente, como nos recuerda el Santo Padre, es que las circunstancias no justifican la pena capital en las sociedades modernas y que la pena capital debe ser inadmisible como castigo por cualquier delito.
Nuestro Santo Padre ha recibido algunas críticas por esta declaración, que es en efecto un ejemplo del “desarrollo de la doctrina”. Esto ocurre cuando nuestra comprensión teológica cambia con el tiempo al ser iluminados por la gracia de Dios.
La antigua ley
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, la enseñanza era “ojo por ojo, diente por diente”, lo que se conocía como Ley del Talión. Sin embargo, Jesús cambió esa ley y la llevó a un nuevo nivel de comprensión al enseñarnos a amar a nuestro prójimo y a perdonar aun cuando parezca imposible hacerlo.
Para tener una idea de lo que piensan los creyentes sobre la pena de muerte, puedo contarles que hace varios años se realizó una investigación sobre la postura católica en el tema de la pena de muerte. En ese momento yo trabajaba en el comité de la Conferencia de Obispos de los EE.UU. que se ocupaba del asunto.
Sorprendentemente, encontramos que aquellos que los católicos practicantes estuvieron de acuerdo con la abolición de la pena de muerte porque con el tiempo habían llegado a comprender, a partir de las enseñanzas de San Juan Pablo II, que la pena de muerte no es una opción compatible con nuestra fe. Del mismo modo que cambian nuestras opiniones, también varía nuestra comprensión de la ley moral, especialmente cuando se hace extensiva a la comprensión de nuestras responsabilidades y obligaciones.
En nuestra sociedad hoy en día existen otros medios y métodos para castigar a los delincuentes o, lo que es más importante, lograr su rehabilitación. Hay quienes, debido a una enfermedad psicológica, no pueden reinsertarse en la sociedad. Pero esos casos son más raros de lo que la mayoría de la gente cree.
La verdadera rehabilitación y la justicia restaurativa son los medios que, desde lo más profundo de nuestro entendimiento, nos demuestran la inadmisibilidad de la pena de muerte en nuestra sociedad de hoy.