Columna del editor

Una visita apostólica simbólica y crucial

Cuando esta edición de Nuestra Voz llegue a las parroquias, el papa Francisco estará realizando su primer viaje internacional desde el comienzo de la pandemia del COVID-19 hace un año.

Su visita apostólica a Iraq es simbólica y crucial al mismo tiempo. La persecución de los cristianos en el Medio Oriente ha añadido páginas sangrientas en los últimos años, especialmente en Siria e Iraq, aunque también en Egipto, Líbano y otros países del área.

Miles de cristianos se han visto obligados a huir de sus países de origen debido a la persecución de gobiernos y grupos extremistas como ISIS, que han llevado a cabo verdaderos genocidios de cristianos en la región. Medio Oriente es la región donde vivió, murió y resucitó Jesús.

Y fue también la cuna de las primeras comunidades cristianas. En los años recientes hemos visto un esfuerzo criminal y planificado de borrar las huellas cristianas de la región desde donde el mensaje de Jesús se comenzó a extender por el mundo. Todos los viajes apostólicos de los papas tienen el mismo propósito: reafirmar en la fe a las comunidades locales.

Es ese el objetivo del papa Francisco al visitar Iraq: reafirmar la fe de la reducida y perseguida comunidad cristiana y promover la convivencia pacífica entre cristianos en Iraq y en todos los países del Medio Oriente.

La visita apostólica nos recordará un deber básico de todos los católicos y de todos los cristianos alrededor del mundo: la solidaridad que debemos ofrecer a nuestros hermanos en la fe, sobre todo los que se hallan en situaciones de extrema discriminación y persecución por el simple hecho de seguir a Jesucristo.

La pandemia del COVID-19 ha arreciado la persecución contra los cristianos. Mientras los líderes mundiales y las organizaciones internacionales se concentran en la crisis del coronavirus y la crisis económica, gobiernos y grupos de poder cuentan ahora con otros métodos para atropellar los derechos de las minorías cristianas.

Esas comunidades necesitan más que nunca de ayudas gubernamentales. Y esos gobiernos temen menos que antes la condena internacional por sus abusos. El drama de la persecución de los cristianos no se reduce al Medio Oriente. En China, Pakistán, Nicaragua o Venezuela, vemos también manifestaciones diversas de abusos y discriminación contra la población cristiana o contra los episcopados locales.

Este es un drama que no nos puede ser ajeno. De acuerdo a un reciente estudio de Pew Research, el número de países donde los cristianos sufren persecución pasó de 108 en 2015 a 143 en 2017. Y desde entonces la situación ha continuado empeorando.

Alrededor del 75 por ciento de los casos de violencia o discriminación por causa de la fe religiosa se comenten contra los cristianos, de acuerdo al mismo estudio. Sin dudas, los cristianos somos el grupo religioso más perseguido del mundo.

De acuerdo a la organización Aid to the Church in Need, que ayuda a comunidades cristianas en diversos países, “casi 300 millones de cristianos alrededor del mundo —uno de cada siete— sufren persecución, arrestos arbitrarios, violencia, violaciones de sus derechos humanos e incluso la muerte”.

La libertad religiosa que disfrutamos en Estados Unidos no nos debe hacer olvidar que muchos de nuestros hermanos pagan cada día un alto precio —a veces tan alto como la libertad o la vida— por su fe religiosa.

Hay modos en que podemos ayudar, por supuesto. La oración es el primero de ellos. Debemos orar por los cristianos perseguidos. Esa es una intención que sebe estar siempre presente en nuestras mentes y corazones. Pero podemos hacer más. Podemos también ayudar a aquellos que han tenido que huir de sus países por la persecución o a los que aún la sufren en sus países de origen haciendo donaciones a organizaciones como Aid to the Church in Need.

También debemos hacer conciencia entre nuestros familiares y conocidos acerca de este drama en que viven millones de personas. Y pedir a nuestros representantes —congresistas y senadores— que exijan a los gobiernos de los países en que se persigue a los cristianos que respeten los derechos de sus ciudadanos.

El silencio y la indiferencia son los peores enemigos de las personas perseguidas. Quizás un buen propósito en esta Cuaresma debería ser hacer algo por los cristianos perseguidos.

El papa Francisco hará su parte en estos días durante su visita a Iraq. Unámonos en la oración para que el viaje apostólico a Iraq sirva para traer consuelo y esperanza a los cristianos iraquíes, pero preguntémonos qué podemos hacer nosotros por ayudar a quienes tanto necesitan de nuestra solidaridad.

¡Escríbanos! Nuestra Voz tiene una sección de cartas al director. Aquí puede dejar sus comentarios y opiniones.