“Y Jesús lloró”, fue la noticia y sorpresa de los que incrédulos vieron a Jesús derramando lágrimas.
“Y Jesús lloró” es el mensaje consolador y válido para los que hoy, en plena pandemia del COVID-19, lloramos los seres queridos que han partido, y a los cuales muchos no pudimos ni siquiera decirles adiós, ni acompañarlos a su última morada. Jesús nos sale al rescate con este versículo que muestra el corazón humanamente adolorido ante la muerte de su amigo Lázaro.
Refiriéndose a este versículo, el más corto de la Biblia, el 29 de marzo del 2020, Quinto Domingo de Cuaresma, el papa Francisco lo llamó ‘domingo del llanto’. Dijo que a los que no puedan llorar con el otro y por el otro deben orar en la Santa Misa: “Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo que en este momento sufre.
Desde este altar, desde este sacrificio de Jesús, que no se avergonzó de llorar, pedimos la gracia de llorar”. Según los psicólogos, la tristeza es una parte del duelo, y una de las etapas necesarias en el proceso de la sanación.
El Evangelio también nos narra que Marta y María estaban muy tristes. El versículo 19 nos dice que muchos habían ido a la casa de Marta y de María para consolarlas por la muerte de su hermano.
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Añade que cuando María se levanta para acudir al encuentro con Jesús, “los judíos que estaban con María en la casa consolándola, al ver que se levantaba aprisa y salía, pensaron que iba a llorar al sepulcro y la siguieron”.
El Evangelio también nos presenta el momento del duelo en que se vuelve la vista atrás conectada con reproches en el presente.
Marta y María, las dos hermanas que han estado llorando la muerte del hermano querido le dicen a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Y es que cuando un ser querido se marcha, la impotencia de no poder evitarlo nos hace culparnos.
Elizabeth Lukas, autora del libro “En la tristeza pervive el amor”, nos dice que “la «vista atrás» con una intención de reproche coarta la libertad” porque puede dar lugar a profundos resentimientos en el corazón.
Aclara “que el si yo hubiera… », «ojalá hubiera…»— son estériles compañeros de viaje que se tambalean tras un tren del tiempo que ya ha partido”.
En el Evangelio, Jesús sale al rescate de estos sentimientos negativos que invaden a las hermanas. Contesta cada reproche en forma diferente, pero siempre validando su dolor.
A Marta le dice: “Yo soy la Resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. ¿Crees esto?”. Ante el reproche de María usa una metodología válida para todos los casos y situaciones: ¡Llora con ella! Luego actúa.
La humanidad y la divinidad de Jesús se funden. Camina hasta la cueva donde está enterrado el amigo, dispuesto a enfrentarse a la muerte.
Marta, a quien su dolor no le permite ver más allá, interpela a Jesús y le dice que su hermano ya huele mal.
Jesús la mira, la entiende, y una vez más, con paciencia y dulzura, reprocha su incredulidad: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”.
Gracias, Señor Jesús, por llorar con nosotros y por nosotros. En medio del dolor y del llanto, permítenos ver tu gloria resucitándonos a una vida nueva.