“El comunismo es intrínsecamente malo y no se puede admitir que colaboren con él
en terreno alguno los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana”.
Pio XI
“Lo que más importa saber en el orden político —no proyectar a Cristo en la política es una manera
de dividirlo y traicionarlo—, es que no se combate al Comunismo apuntalando al Capitalismo liberal”
Jordán Bruno Genta
Es indudable que nos encontramos en un momento crucial de la historia. Ha quedado manifiesto, al menos para mí, que, para nuestro mundo moderno, nuestra actual sociedad, Cristo y su santa Iglesia sobran. El hombre moderno, el hombre COVID, parece no tener otra preocupación que la del mundo presente.
Se habla ya de una nueva era, AC-DC, no ya referidos a nuestro Señor Jesucristo sino a una nueva sociedad o periodo de la historia donde lo importante ya no es Cristo sino un virus: AC- antes del Covid y DC- después del Covid. Así lo señala uno de los protagonistas de este “nuevo” mundo, Klaus Schwab fundador del foro económico mundial en su obra de reciente publicación: “COVID-19: The Great Reset”.
“Muchos de nosotros nos estamos planteando cuando las cosas volverán a la normalidad. La respuesta breve es: nunca…el mundo como lo hemos conocido en los primeros meses del 2020 ha dejado de existir diluido en el contexto de la pandemia. Cambios radicales te tamaña consecuencia se aproximan que algunos expertos (pundits) se han referido a un “antes del coronavirus” (AC) y “después del coronavirus (DC). ” [1]
A su vez, la luz de la fe parece lentamente desvanecerse en el horizonte de la naturaleza, y el fuego de la auténtica caridad parece enfriarse en muchos corazones adquiriendo los rasgos más fríos y estúpidos de un estéril “filantropismo” o “fraternidad universal”. La Iglesia de Cristo, “fundamento y columna de la Verdad” (1 Tim. 3,15), ha sido también infiltrada en muchos de sus miembros por este humo naturalista, según ya lo denunciaba San Paulo VI: “Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios” [2].
Ante este escenario mundial, aquellas palabras misteriosas del Señor resuenan una y otra vez con la potencia del trueno en los corazones de sus fieles, pocos en comparación con la masa, que aun conservan el tesoro de la fe católica: “cuando venga el hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc. 18, 8).
Pues bien, es sobre este mundo actual de característica naturalista y ateo que sobrevuela con ímpetu cada vez mayor aquel espectro (maligno) del comunismo tal y como lo describe Marx al comienzo de su Manifiesto[3]. La situación presente creada con ocasión de la aparición del COVID 19, parece haber acelerado una serie de grandes cambios que van adquiriendo con en el descorrer de los meses rasgos cada vez más similares al del comunismo tecnocrático chino[4].
Los cambios que la población ha sufrido son tales que en palabras de Shwab, “moldearán una “nueva normalidad” radicalmente diferente de la que progresivamente estamos dejando atrás. Muchas de nuestras creencias y presupuestos sobre como el mundo podría o debería ser serán sacudidas en el proceso”[5].
Esta “nueva normalidad”, va tomando forma cada vez mas semejante a la del fantasma de la revolución comunista, como es manifiesto en el trato que los distintos Estados están otorgando a la libertad religiosa, poniendo en practica, casi al pie de la letra, aquellas palabras de Lenin:“El partido del proletariado exige del Estado que declare la religión un asunto privado; pero no considera, ni mucho menos, ‘asunto privado’ la lucha contra el opio del pueblo, la lucha contra las supersticiones religiosas, etc.[6].
De allí que sea cierto lo que afirmaba el gran filosofo católico argentino, Jordán Bruno Genta, asesinado cobardemente de 11 disparos por los marxistas en odio a la fe, que “el “Manifiesto Comunista” de Carlos Marx y Federico Engels, publicado a principios de 1848, es el programa político del ateísmo sistemático, destinado a destruir la Civilización Cristiana, desde sus cimientos: “todo lo que existe merece perecer” (Engels).
Se trata de destruir todo lo que protege al hombre; todo lo que sustenta su ser y promueve el desarrollo de su personalidad: religión, patria, familia, propiedad, jerarquía, Estado.
Lo primero será reemplazar a Cristo con la seducción de un mesianismo meramente terrenal y la engañosa promesa de un reino de este mundo para los pobres.
El “Manifiesto Comunista’ es la réplica secularizada y simiesca del Sermón de la Montaña”[7].
Delante de esta amenaza, existen, algunas voces que proponen que como alternativa a la Bestia comunista, se defienda y se implante a la Bestia liberal, sin entender que ambas fieras son hijas de un mismo proceso destructivo que asola el mundo occidental hace siglos: es el principio moderno de la inmanencia, introducido por el “cogito” cartesiano[8]. Los liberales, los capitalistas o conservadores[9], aun deseando sinceramente oponerse al comunismo, no consiguen ver, como sí lo hace Marx, que ellos no son sino parte del proceso de la revolución anticristiana: “Las armas de que se valió la burguesía para dar en tierra con el feudalismo, se vuelven ahora con tra la burguesía misma. Pero la burguesía no sólo ha forjado las armas que acarrean su muerte; ha engendrado también los hombres que han de manejar esas armas: los trabajadores modernos, los proletarios”[10].
De aquí la necesidad de entender el momento presente en toda su gravedad y de exponer al desnudo los fundamentos filosóficos profundos de la “gnosis” comunista, dejando en evidencia la terrible realidad escondida debajo de la pretendida “justicia social” y “buenas intenciones” perseguida por los marxistas. El comunismo representa el principio de inmanencia llevado al extremo: el ser reducido en la mas pura inmanencia. Ojalá se abran los ojos y bocas de los cristianos, especialmente de los sacerdotes y seminaristas, para entender y denunciar en este tiempo, la naturaleza profunda de la bestia comunista.
“Estamos viviendo, escribía Bruno Genta, un momento tal de ignorancia y de confusión que aún la gente que se entrega a los ejercicios espirituales o cosas similares, buscando con toda sinceridad una renovación interior y logran, sí, ese objetivo, no superan, sin embargo, esta ignorancia respecto de la naturaleza del proceso revolucionario y de sus verdaderas causas. En esa gente, incluso, se advierte una gran dificultad para entender la realeza de Cristo en lo temporal; porque la parte más difícil de admitir en este momento es la realeza de Cristo. Los cristianos son propensos a aceptar esa realeza en el orden interior, en la propia vida, hasta en la vida de la familia, en la profesión que cultivan; pero esos mismos cristianos piensan, y actúan en consecuencia, que hay un terreno que está vedado a Cristo, que es el terreno de la política. Pero si Cristo es Rey y es Soberano y el verdadero y único Soberano de todo lo temporal, es también soberano en la política. En consecuencia en este momento, en Argentina, se plantea a todo cristiano este problema: ¿quién es el soberano en la Ciudad? ¿Cristo o el número? ¿La soberanía de Cristo o la soberanía popular? Yo pregunto, ¿dónde está Cristo en la política? No está en ninguna parte.[11]”
Pidamos que María Santísima nos otorgue, principalmente a los pastores la luz de comprender lo intrísecamente perverso del comunismo, que solo puede ser combatido únicamente desde el realismo filosófico de santo Tomas de Aquino y la defensa política del Reinado Social de Cristo.
[1] K. SCHWAB- T. MALLERET, COVID-19: The Great Reset (Geneva), 2020. (Traducción Nuestra desde la Edición Kindle)
[2] SAN PAULO VI, Homilía en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo de 1972.
[3] Cfr. K. MARX- F. ENGELS, El Manifiesto Comunista, Santiago de Chile (1948), 3.
[4] Cfr. How The Specter of Communism is Ruling Our World (New York), 2020.
[5] K. SCHWAB- T. MALLERET, idem.
[6] Lenin, Sobre la Religion, ed. progres, 25-26.
[7] J. GENTA, El Manifiesto Comunista, Buenos Aires (1969), 24.
[8] “la crítica (para quien la quiere hacer) al ateísmo moderno no se refiere al problema de Dios sino el problema del ser es decir el problema del comienzo colocado por Descartes y re-propuesto de vez en vez por Locke, Hume, Kant, Schelling, Hegel, Heidegger…, es decir el problema de la relación “conciencia-ser” respecto al fundamento. Solo quien comienza con el ente y se apoya sobre el ser puede llegar al Absoluto de ser que es Dios; quien parte del fundamento de la conciencia tiene que terminar dejándose atrapar en la finitud intrínseca de su horizonte es decir perderse en la nada de su ser”. C. FABRO, Introduzione all’ateismo moderno, Segni (2011), 1062. (Traducción nuestra)
[9] Cfr. R. CALDERÓN BOUCHET, El conservadorismo anglosajón, Buenos Aires, 2014.
[10] K. MARX- F. ENGELS, idem, 17.
[11] J. GENTA, El asalto terrorista al poder, (Buenos Aires 20142) 264.